Page 12 - 360.revista de alta velocidad Nº1
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Sobre la rentabilidad social y económica de las líneas de alta
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           360.revista de alta velocidad
           360.


                    De modo que, a la pregunta de si el tendido de la red de alta velocidad ferroviaria puede
           ayudar a alcanzar los objetivos de cohesión territorial y desarrollo regional, contesto que desde
           luego, aunque no permitirá culminarlos por sí solo. Tampoco creo que bastase para ello nada más
           que la modernización del sistema ferroviario, sin implicación coincidente de todos los demás
           sistemas de transporte. ¡Sólo faltaría que hubiésemos topado con un modelo monovariable y
           determinista para guiar una política de desarrollo económico, regional o no!. De eso no hay.


           Desigualdades relativas y sobrevenidas


                    Me sorprende, también, que los autores citados consideren el objetivo que España declara
           perseguir con el desarrollo de sus programas de alta velocidad ferroviaria - el desarrollo regional
           con cohesión territorial- como “no económico”, incluso “meta-político”, contraponiéndolo a los
           que, siéndolo, deberían limitarse a atender a las demandas de transporte puestas de manifiesto
           en  las  rutas  ya  congestionadas  y,  a  poder  ser,  sin  establecer  opciones  excluyentes  entre  los
           transportes de pasajeros y mercancías. Con estas segundas opciones, afirman Bel y Albalate, se
           optimizaría el uso de los recursos con la obtención de mayores e inmediatas rentabilidades de su
           explotación, al vincular todo ello rigurosamente a la satisfacción de necesidades reales, mientras
           que  la  primera  “implica  -dicen-  una  mayor  aleatoriedad”,  vinculando  el  esfuerzo  inversor  a
           expectativas que, en el mejor de los casos, estarán siempre pendientes de confirmación. Aún peor,
           añaden, pues, dado que se opta por una variable territorial no predefinida, “facilita la presión
           política y de (los) intereses privados”, capaces de desvirtuar, hasta pervertir, los proyectos e incluso
           sus objetivos declarados.


                    No puede negársele a los profesores Bel y Albalate que el tránsito de la construcción de
           la red ferroviaria de alta velocidad en España va acompañado de un, a veces ruidoso, debate
           mediático y político, que pone de manifiesto esas intenciones de presión. Pero, en descargo de
           este tipo de proyectos e inversiones, también cabe decir que es difícil encontrar cualesquiera otros
           que  no  estén  afectados  por  el  mismo  tipo  de  discusiones  de  esas  caracterizadas  como  “de
           campanario”. España, a estos efectos, se nos muestra, con más frecuencia de lo que debería ser,
           como un país inmaduro, en el que los localismos más exacerbados aún pueden seguir representando
           bazas políticas y electorales plausibles. Pero ello no afecta en exclusiva, insisto, a los proyectos
           de la alta velocidad ferroviaria.


                    Sin embargo, si no resulta difícil detectar este localismo de medio pelo, que se muestra
           a las bravas, sin especial esfuerzo de razonamiento, sí que puede serlo poner en evidencia a otro
           que,  agazapado  tras  una  elaborada  teorización  acerca  del  aprovechamiento  de  las  ventajas
           comparativas, o la necesidad de responder a los requerimientos más inmediatos de la demanda,
           de las circunstancias explícitas más que de las expectativas, con invocaciones a un modelaje más
           riguroso, pospone el objetivo de la cohesión al de la competencia entre los territorios. Seamos
           eficientes, se nos dice. Falta que también se nos diga:”el mundo es como es; dejadlo estar”.


                    Este  neo  localismo  es  sumamente  peligroso.  No  desde  luego  menos  que  aquel  otro
           periclitado modo de reparto de prebendas aldeanas que tantas veces desangró a España. Los viejos
           caciques y conseguidores, al fin y al cabo, hacían caso omiso de las diferencias sociales, económicas
           y territoriales, era una cuestión que no les incumbía. Los nuevos teóricos del aprovechamiento
           eficiente de las ventajas comparativas lo son, en realidad, de la aceptación resignada, ¿qué digo?,



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